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Microhabilidad Maestría Emocional

El sentir

y su relación con el pensar

Una de las competencias emocionales básicas a cargo del pensamiento racional característico del Neocortex, es la regulación de los impulsos que surgen del sistema Reptil. Este tipo de pensamiento es capaz de discriminar de manera sofisticada entre una respuesta productiva y una desastrosa, de acuerdo con el contexto relevante. Quien opera bajo el control de las emociones (secuestrado por ellas) tiene enormes desventajas competitivas con respecto a quien puede controlarlas y usarlas en forma inteligente (dueño de ellas). 

El primer paso para adueñarse de las emociones, es hacerse responsable de ellas. 

La emoción es una decisión (consciente o inconsciente) del sujeto. Así como uno decide comportarse de cierta forma, también decide tener pensamientos que promueven determinadas emociones. Sobre la base de sus investigaciones en terapia cognoscitiva, el Dr. David Burns argumenta que los desórdenes emocionales no son de origen emocional. La forma de sentir es síntoma y consecuencia de la forma de pensar. La sensación de agobio del depresivo tiene para Burns tanto impacto causal en la depresión “como una nariz goteante en un resfrío”. 

La información que recibimos está contaminada, por eso, muchas veces nos es difícil no solo analizarla de manera objetiva sino identificar adecuadamente la emoción que la acompaña. Por eso en ocasiones no identificamos correctamente emociones como el miedo (que puede ser a veces irracional) y en lugar de gestionarlo reaccionamos con enfado.

Nuestros pensamientos

crean nuestros estados de ánimo

Relación entre mente, emoción y comportamiento.

Para Burns, la raíz de los sentimientos está en los pensamientos

En nuestra concepción, los pensamientos y sentimientos están conectados en un circuito de doble causalidad. Lo que sucede es que en muchas situaciones es mejor utilizar los pensamientos como vía de intervención para modificar las emociones y el comportamiento. En estos casos, la intervención sugerida por Burns es exactamente igual a la que sugeriríamos nosotros.

Por ejemplo, el pensamiento ilógicamente pesimista juega un papel central en el desarrollo de la depresión. Los pensamientos negativos (ilógicos e inútiles) constituyen siempre una de las causas de las emociones auto-destructivas; y los pensamientos positivos (lógicos y útiles, aunque no necesariamente alegres) son siempre una de las causas de las emociones constructivas. Esto abre la posibilidad de un diseño racional de los estados de ánimo; al modificar los pensamientos negativos, es posible modificar las emociones. Esta modificación, sin embargo, no es trivial. La mayoría de los pensamientos que nos ponen en problemas son automáticos e inconscientes. Para transformarlos es necesario hacerlos conscientes y analizarlos con la lógica de la racionalidad.

El caso de conocer una mala noticia, es un ejemplo claro de cómo las emociones dependen de la cognición. Supongamos que un equipo ha perdido una licitación. Antes de enterarse del hecho (que ya ocurrió) la sensación de la gente es de ansiedad; después, la sensación es de pena. Conocer el resultado no cambia en nada el estado del mundo, pero cambia sustancialmente el estado interno de los miembros del equipo. Si en el futuro estas mismas personas descubrieran que el competidor que obtuvo la licitación ofreciendo unos precios apenas más bajos que los de ellos está sufriendo pérdidas cuantiosas, tal vez se pondrían contentos de no haber ganado.

“La interacción entre pensamiento y emoción es la clave de la madurez emocional”.

Antonio Damasio

Las reacciones automáticas tienen valor para la supervivencia: hacen escapar del peligro o atacar a una presa. 

Pero el proceso emocional humano no concluye en los meros cambios corporales o instintivos. El ciclo continúa con el sentimiento (auto-conciencia) de la emoción y la inferencia mental de conexión entre la emoción y su causa. Esta inferencia permite extrapolar la situación y aprender a evitar en el futuro aquello que causa miedo, aunque también permite sobre-generalizar en forma patológica y desarrollar una fobia. Esta capacidad de sentir las propias emociones, es decir, de ser consciente de ellas, permite flexibilidad en la respuesta, basada en la historia de interacciones entre el sujeto y su medio. 

Para Damasio, esta interacción entre pensamiento y emoción primaria es la clave de la madurez emocional. La madurez requiere la acción mancomunada del sistema nervioso autónomo y el voluntario.

Cuando la amígdala escapa al control del lóbulo frontal, el sujeto se halla en la situación que Daniel Goleman llama “secuestro emocional”. Ante una emergencia, las reacciones automáticas del sistema límbico toman el control, intentando preservar la supervivencia del organismo. Esto es útil cuando uno se encuentra con un animal salvaje y puede reaccionar sin pensar demasiado (como el ejemplo del cambio del contexto cuando aparece el oso en el paisaje), pero es muy peligroso cuando uno se encuentra frente a un cliente iracundo. Golpear a la bestia con una piedra puede ser la diferencia entre la vida o la muerte; pero golpear al cliente con un improperio rara vez da buenos resultados.

Utilizando su conciencia y su libre albedrío, el ser humano puede elegir cómo responder al acontecimiento externo.

El mundo exterior es percibido por el sujeto mediante los sentidos primarios (vista, oído, tacto, etc.), pero inmediatamente pasa a ser procesado por los centros superiores del cerebro. Estos interpretan la información sensorial, compaginan una imagen de la situación y la evalúan con respecto a los intereses del sujeto. De acuerdo con dicha evaluación, el sujeto experimenta ciertas emociones y sentimientos. Finalmente, actúa en base a las observaciones, interpretaciones y emociones que tiene en su conciencia.

Ejemplo de cómo las emociones dependen de la cognición: Caso de conocer una mala noticia.

La noticia externa es el disparador, pero no el determinante del proceso de pensamiento y emocionalidad. Utilizando su conciencia y su libre albedrío, el ser humano puede elegir cómo responder al acontecimiento externo.

Los problemas surgen cuando las emociones, en vez de expresarse en forma productiva, hacen “cortocircuito” y generan un círculo vicioso de feedback sobre los pensamientos. En esos casos, la emoción afecta al pensamiento, y el pensamiento, a su vez, afecta a la emoción. Así, la tristeza puede convertirse en depresión, el miedo en fobia, el enfado en resentimiento, la culpa en remordimiento obsesivo, la vergüenza en sentimientos de inferioridad y el deseo en obsesión.

La resolución de los problemas emocionales requiere un acto de conciencia y voluntad.

Es imposible mejorar la situación mediante acciones inconscientes. La ignorancia generalizada sobre los procesos emocionales genera dos errores fundamentales que ya hemos trabajado en el primer módulo y que retomamos brevemente aquí:

  • El primero es creer que “la libre expresión” (explosión) de los impulsos es productiva.
  • El segundo es la opinión de que la manera de tratar las emociones es reprimirlas (implosión).

Controlar las emociones es una danza de expresión consciente, no una lucha de dominación ni sumisión.

Las emociones son buenas consejeras, pero pésimas dueñas. 

Es útil escucharlas y atender a sus pedidos, pero sin abdicar la responsabilidad de analizar su racionalidad y actuar con integridad. 

El uso inteligente de la energía emocional requiere conocerla, entender sus orígenes y respetar sus pulsiones, sin traicionar los valores y objetivos trascendentes que uno tiene. Estos procesos los hemos tratado en el primer módulo de emociones. En este módulo el objeto es el desarrollo de un líder consciente, capaz de promover un desarrollo emocional en los demás.