Fostering Talent - Instituto de Desarrollo Personal y Profesional

Certificación Internacional

Negocios Conscientes

Módulo 7

Consciencia Plena

Crisis de Identidad

Oportunidad para crecer

De la misma forma, las organizaciones ven las etapas de su desarrollo caracterizadas por batallas de vida o muerte. Las “crisis de identidad” marcan la vida organizacional produciendo discontinuidades. 

Esas crisis pueden generar crecimiento (si trabajan para acceder a un nivel de organización superior) o disolución, desapareciendo y liberando sus recursos hacia otras organizaciones. 

De las más de cien empresas norteamericanas que durante el siglo pasado se orientaron hacia la producción automotriz, hoy quedan solamente dos: General Motors y Ford. Todas las demás han desaparecido. Y, construyendo una analogía, de la misma manera en que cuando un animal muere su cuerpo material se vuelve recurso (alimento) para otras formas de vida, los materiales de esas compañías se vuelven recurso para otras organizaciones. Por ejemplo, Chrysler fue recientemente “absorbida” por Daimler-Benz.

Sintonizando Frecuencias

El “viaje” de la identidad a lo largo del espectro de la conciencia es totalmente metafórico. 

En realidad, no hay movimiento ya que “no hay adónde ir”. 

Como emisoras de radio que transmiten en todas las frecuencias todo el tiempo, la gama completa de los estados de desarrollo se halla disponible en forma simultánea y permanente. 

Lo que “viaja” es el dial del aparato receptor, el sujeto que se identifica y “sintoniza” las distintas frecuencias potenciales de ese espacio de desarrollo que se extiende de la materia hasta el espíritu. Con su desarrollo, el sujeto va aumentando el “ancho de banda” que puede captar, ya que nunca pierde la capacidad para sintonizar las frecuencias precedentes. El receptor que se hace más sutil y puede acceder a una frecuencia vibratoria más elevada (como la mental), mantiene la posibilidad de seguir sintonizando frecuencias más bajas (como la material o la corporal). Cada nivel trasciende e integra a los anteriores preservando su entidad, como corresponde a una holarquía sana.

Hay cientos de mapas sobre este espacio cósmico, hojas de ruta para el viaje de la conciencia. Es nuestro desafío encontrar uno de éstos mapas, una de estas hojas de ruta.

Mercado

Lo importante es el mensaje, no el mensajero

Imagine que en medio de un partido de fútbol, un jugador intenta ahorcar a un jugador del equipo contrario. Nadie puede tomar esta acción como un ejemplo de la depravación de todos los jugadores de fútbol o decir que el fútbol es solo agresividad. El agresivo es el jugador que cometió el acto violento. 

Suponga que ante la indagatoria del árbitro de campo, el agresor reconoce que quiso debilitar al defensa porque creyó que así aumentaría sus posibilidades de ganar el partido. Más allá de que esto fuera así, la violencia no es una estrategia válida en el fútbol. 

“No vale” ganar a costa de romper las reglas. De hecho, antes de “ganar” y “perder” hay que poder “jugar”; y, para jugar, hace falta preservar el juego. Si los jugadores no respetan las reglas, no hay posibilidad de seguir jugando; por lo menos, no al fútbol.

Cuando lo económico se acerca a lo penal

De la misma forma, si una empresa derrama sustancias tóxicas en las fuentes de agua de un pueblo y luego trata de ocultar la contaminación a costa de la salud y la vida de los damnificados, esto es un claro ejemplo de criminalidad, no de gestión o management. 

O si una corporación usa materiales inferiores para construir un puente que luego se desploma y mata a sus transeúntes, no es un riesgo inherente al negocio, sino un homicidio con premeditación y alevosía. 

Estas empresas actuaron para “maximizar su rentabilidad”, pero lo hicieron rompiendo las reglas más básicas del juego: no iniciar el uso de violencia o fuerza destructiva contra otro ser humano o su propiedad. Al quebrar esta regla, las compañías abandonan el terreno económico y entran en el terreno penal.

Es importante la diferenciación de actividades económicas

Criminales hay en todos los ámbitos: en el deporte, la medicina, la justicia, el gobierno y los negocios. Pero a nadie se le ocurriría decir que el deporte, la medicina, la justicia o el gobierno son actividades inherentemente inmorales. 

La cuestión no es si hay participantes de una actividad económica que se comportan criminalmente; la pregunta esencial es si la actividad, en sí misma, es criminal. 

Por ejemplo, la extorsión mafiosa es criminal; es imposible participar de dicha actividad sin usar violencia contra otras personas o su propiedad. Pero la lavandería de ropa no es criminal, ya que es posible hacerla dentro de las normas éticas que rigen a una sociedad civilizada. Eso no quiere decir que alguna lavandería no pueda estafar a sus clientes o contaminar el ambiente con sustancias tóxicas. Decir que la actividad no es criminal, simplemente implica que es posible desarrollarla (pero no garantiza que sea desarrollada) con honradez y sin lastimar a nadie.

Codicia vs. Beneficios

En la película “Wall Street”,  Michael Douglas interpreta el papel de Gordon Gecko, un “corsario” que se dedica a comprar y desmontar corporaciones para venderlas por partes. Gecko aparece como un personaje infame, interesado solamente en el dinero y dispuesto a hacer cualquier cosa para conseguirlo. “Greed is good” (“La codicia es buena”), postula frente a una clase de futuros MBA’s (y a los espectadores de la película), expresando que la codicia es el motor de los negocios. 

Al ver la operatoria de este individuo dispuesto a mentir, amenazar y robar para satisfacer su ambición insaciable, uno no puede sino sentir repulsión. Pero es fundamental comprender que la repulsión es por Gecko y su metodología criminal, no por la actividad empresaria, ni por su necesario fin de lucro. 

Como contrapartida, el Danny de Vito en el film “Riqueza ajena” (“Other People’s Money”) sorprende al público encarnando a un “corsario” bondadoso. Su “amenaza” de hacerse cargo de una corporación tambaleante genera grandes beneficios para sus accionistas. La posibilidad de perder el control de su compañía impone disciplina a los managers que manejan el “dinero ajeno” confiado a ellos por los inversores.

La perdición de Gecko, de PG&E y de todos los criminales sin escrúpulos que intentan satisfacer su codicia por medio de la actividad empresaria, es que están dispuestos a hacer “cualquier cosa” para  lucrar. Es como si un jugador de fútbol dijera que está dispuesto a hacer cualquier cosa (como quebrar la pierna del contrario) para ganar. 

El problema no es querer ganar, sino querer ganar a toda costa

El peligro es actuar sin un principio trascendente que integre y subordine al deseo de éxito bajo un principio superior: la aspiración de vivir en forma ética y virtuosa. El problema no es el afán de lucro, sino el desborde que produce ese afán cuando se convierte en el rector de la vida de la persona.

Libertad de elección y responder: Mercado

Cuando reflexionamos sobre la “Responsabilidad Incondicional”, nos damos cuenta que la persona consciente responde a situaciones utilizando al máximo sus recursos y habilidades, en aras de alcanzar sus objetivos, dentro del marco de sus valores. Son estos valores los que condicionan las acciones a comportamientos virtuosos. 

La paz interior, explicamos, proviene de actuar en alineamiento con los valores. 

Quien subordina sus valores a sus objetivos se despide de la moral y desciende varios peldaños en la escalera evolutiva. 

Para alcanzar la felicidad y la plenitud, es necesario obrar virtuosamente. Paradójicamente, la libertad de elegir culmina en la necesidad de responder unívocamente al “llamado” (la demanda existencial) de la situación. Uno de los principales escenarios modernos donde se manifiesta esta respuesta, es el mercado.