Liderazgo Personal
Módulo 6
Comunicación Efectiva
Toda persona humana tiene el poder de efectuar determinadas declaraciones en el ámbito de la propia vida personal y en cuanto ejerza tal poder asienta su dignidad como persona.
A continuación, vamos a referirnos a un conjunto de declaraciones que pertenecen a este ámbito de autoridad personal.
Consideramos que el decir “NO” es una de las declaraciones más importantes que un individuo puede hacer. Es la declaración en la que, en mayor grado, comprometemos nuestra dignidad. El decir “NO” es un derecho que nadie puede arrebatarnos. Hay veces que por decirlo pagamos un precio muy alto y por no hacerlo también, depende de cada uno de nosotros si elegimos pagar ese precio o no. Allí se manifiesta nuestro poder de elección. Cada vez que consideremos que debemos decir “NO” y no lo digamos, veremos nuestra dignidad comprometida; del mismo modo que la veremos comprometida cuando digamos “NO” y ello no sea tomado en cuenta, consideraremos aquí que no fuimos respetados. Esta es una declaración que define el respeto que nos tenemos a nosotros mismos y que nos tendrán los demás. Una de las formas en las que podemos encontrar esta declaración de “NO” es en la declaración de “BASTA”.
El “Si” pareciera no ser tan poderoso como el “NO”. Esta declaración pareciera que opera por omisión, mientras no decimos que “NO”, normalmente se asume que estamos en el “SI”.
Sin embargo, cabe destacar que cuando decimos “SI”, ponemos en juego el valor y el respeto de nuestra palabra. Destacamos aquí el compromiso que asumimos cuando decimos “SI” o su equivalente “Acepto”. Pocas cosas afectan más seriamente la identidad de una persona que el decir “SI” y no actuar coherentemente con tal declaración.
Pareciera que decir “No sé” fuese una declaración sin mayor trascendencia, sin embargo, uno de los problemas cruciales del aprendizaje es que muy frecuentemente no sabemos que no sabemos. Y cuando ello sucede, simplemente cerramos la posibilidad del aprendizaje.
Declarar “No sé” es el primer eslabón del proceso de aprendizaje. Implica acceder a aquel umbral en el que, al menos, sé que no sé y, por lo tanto, me abro al aprendizaje. Habiendo hecho esa primera declaración, puedo ahora declarar “Aprenderé” y, en consecuencia, crear un espacio en el que me será posible expandir mis posibilidades de acción en la vida.
Nuestra capacidad de abrirnos tempranamente al aprendizaje, a través de la declaración “No sé”, representa una de las fuerzas motrices más poderosas en el proceso de transformación personal y de creación de quienes somos.
Cuando niños nos enseñan a decir “Gracias” y a menudo miramos a esa enseñanza como un hábito de buena educación, una formalidad que facilita la convivencia con los demás. No siempre reconocemos lo que tiene esa pequeña declaración. Por supuesto podemos decir “Gracias” sin que ello signifique demasiado, aunque, insistimos, decirlo no es nunca insignificante. Pero podemos mirar la declaración de “Gracias” como una oportunidad de celebración de todo lo que la vida nos ha proveído y de reconocimiento a los demás por lo que hacen por nosotros y lo que significan en nuestras vidas.
En este contexto, no podemos dejar de reconocer el poder generativo de la acción que ejecutamos al decir “Gracias”. Cuando alguien cumple a plena satisfacción con aquello a que se ha comprometido con nosotros y le decimos “Gracias”, con ello no estamos sólo registrando tal cumplimiento, estamos también construyendo nuestra relación con dicha persona. No hacerlo puede socavar dicha relación.
No importa el tipo de relación de que se trate, sea ésta sentimental, de amistad o de trabajo, agradecer a quien cumple con nosotros o a quien hace suya nuestras inquietudes y actúa en consecuencia, siempre nos va a resultar generativo.
Pero no sólo las personas, la vida misma es motivo de gratitud y celebración por todo lo que nos provee. Decirle “Gracias” a la vida es un acto fundamental de regeneración de sentido, de reconciliación con nuestra existencia, pasado, presente y futuro.
Cuando no cumplimos con aquello a que nos hemos comprometido o cuando nuestras acciones, sin que nos lo propusiéramos, hacen daño a otros, nos cabe asumir la responsabilidad por ello. La forma como normalmente lo hacemos es diciendo “Perdón”.
Antes de pronunciar esta palabra tenemos que tener en cuenta que cuando decimos “Te pido perdón”, la responsabilidad de la declaración depende de quien dice “Te perdono”. Sería importante poder decir “Perdón”, adquiriendo toda la responsabilidad por dicha declaración. La importancia de esto es que nos permite reconocer la eficacia del decir “Perdón” con independencia de la respuesta que se obtenga del otro.
Vamos a hacer referencia ahora a la declaración “Perdono”, “Te perdono” o “Los perdono”, estos son actos declarativos asociados al perdón. Y es aquí donde vamos a traer algunas distinciones con respecto al resentimiento.
Cuando alguien no cumple con lo que prometiera, muy posiblemente nos sentiremos afectados. Posiblemente, sentiremos que hemos sido víctimas de una injusticia. Y al pensar así, justificaremos nuestro resentimiento con el otro, sobre todo en la medida en que nosotros nos hemos colocado del lado del bien y hemos puesto al otro del lado del mal. Sin embargo, nuestro resentimiento, nos va a atar como esclavos, a ese otro. Nuestro resentimiento se va a carcomer nuestra paz, nuestro bienestar, va probablemente a terminar tiñendo el conjunto de nuestra vida. El resentimiento nos hace esclavos de quien culpamos y, por lo tanto, socava no sólo nuestra felicidad, sino también nuestra libertad como personas. Quien vive en el resentimiento, vive en esclavitud, una esclavitud del alma.
Perdonar no es un acto de gracia para quien nos hizo daño, aunque pueda también serlo. Perdonar es un acto declarativo de liberación personal. Al perdonar rompemos la cadena que nos ata al victimario y que nos mantiene como víctimas.
Otro acto declarativo asociado al perdón, es el perdonarse a uno mismo. Aquí asumimos tanto el papel de víctima, como el de victimario. El perdón a sí mismo tiene el mismo efecto liberador de que hablábamos anteriormente y hacerlo es una manifestación de amor a sí mismo y a la propia vida.
Muchas veces escuchamos frases como: “hice el trabajo pedido, me quedé después de hora y mi jefe no fue capaz de decirme una palabra…” o “estoy harta de cocinar dos horas todos los días para que luego devoren la comida en dos minutos mientras ven televisión, como si una estuviera pintada…”
¿Qué les inquieta a estas personas?
Explorando en ellas surge muy a la mano un gran dolor por sentirse ignoradas por aquellos a quienes intentaron servir.
¿Qué están demandando estas personas? Reconocimiento.
Cuando le decimos a alguien “te reconozco” estamos expresando que el hacer del otro nos trajo un beneficio con bienestar explicitando que nuestro estar hubiera sido diferente sin esa acción. Cuando reconocemos, estamos diciendo que lo hecho por esa persona, fue importante para nosotros.
Esta declaración apunta a hacer visible un apoyo que podría no habernos dado la otra parte.
La ausencia de esta declaración, da origen al resentimiento.
También es necesario hablar sobre el auto-reconocimiento o reconocimiento hacia nosotros mismos. Esta declaración implica dar lugar a hacernos dignos de un premio.
Pensemos que los premios llegan en momentos especiales. Sin embargo, muchos de nosotros no tenemos disponible la tendencia a premiar nuestros esfuerzos, nuestros logros y nuestras realizaciones.
Quizá el arte de vivir tenga que ver con transformar en especiales, las cuestiones más sencillas de la vida cotidiana.
La ausencia de la declaración de auto-reconocimiento da lugar a emocionalidades ligadas a la insatisfacción, como la frustración, la ansiedad y la angustia.