Llamamos “dolor” a estas situaciones, porque generan insatisfacción y deseo de cambio. Normalmente este dolor se expresa como queja.
El lamento colectivo es una de las principales avenidas para mitigar el dolor; el problema es que esta actividad solo genera impotencia y resentimiento. Al igual que el alcohol, provee alivio inicial, pero el precio de este alivio es altísimo: una vida de víctima.
Quejas: la queja no cambia nada
Tiene el poder de aplacar temporalmente la frustración y la tensión emocional, es un mecanismo tranquilizador por excelencia y sin embargo carece de poder generativo o transformador.
Es posible manejar la queja mediante la técnica adecuada, porque en su raíz, en lo que la origina, contiene información importante para los líderes. Esta información, como dicen Kegan y Lahey, proviene del hecho de que “no nos quejaríamos si no nos importara algo”.
Por otra parte, la inteligencia emocional nos indica que detrás del dolor está siempre el amor. Debajo de la superficie de nuestras quejas existe el sustrato de nuestros intereses, preocupaciones, quereres y valores. Si buscamos más allá de la queja, podemos encontrar nuestros compromisos más profundos.