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Microhabilidad Maestría Emocional

Primera competencia

de la autoconciencia al reconocimiento empático

El primer paso para adueñarse de las emociones es tener el suficiente “espacio mental”. Es necesario permitir que las emociones se expandan en toda su amplitud, pero sin hacerse daño o hacer daño a otros. Esto requiere ampliar la conciencia para contener las emociones sin reprimirlas o explotar.

La conciencia es el espacio en el que ocurre todo darse cuenta, todo percatarse de algún aspecto de la realidad (externa e interna). Esta capacidad de experimentar y responder al entorno y a la propia condición interior es una herramienta básica para la supervivencia y para practicar un Liderazgo Auténtico y Feliz.

La conciencia puede ser más o menos nítida, sutil, sensible, delicada, impresionable, clara. Cuanto más indefinida sea su conciencia, menos alerta estará uno, y mayor será la probabilidad de vivir una vida mecánica, gobernada por impulsos inconscientes y respuestas automáticas. Cuanto menos consciente sea, menor capacidad tendrá para percibir las situaciones y elegir respuestas.

La particularidad del ser humano es que, en él, la conciencia se vuelve auto-consciente; vale decir, consciente de sí misma. El ser humano no sólo puede prestar atención y percatarse de su situación interna y externa, sino que, gracias a su capacidad lingüística, puede desdoblar su conciencia y usarla para auto observarse, y auto dirigirse.
El ser humano tiene capacidad de aumentar la intensidad de su conciencia según su voluntad. Como un escenario que puede ser iluminado de manera más o menos resplandeciente, la conciencia y la auto-conciencia acontecen a lo largo de un continuo. Uno puede estar más o menos consciente, más o menos atento.

La conciencia es la materia prima de la libertad y la responsabilidad. Y la auto-conciencia es la materia prima de la libertad interior, que incluye el manejo de las emociones. Para percatarse de los sentimientos, es necesario des-apegarse de ellos y adoptar un punto de vista más alejado, o sea mirarlos en perspectiva.

Reconocimiento de la emoción del otro

Aunque uno no puede observar los estados internos de los demás, puede observar ciertas manifestaciones de esos estados. Las emociones tienen un componente físico (rubor en las mejillas, por ejemplo) y un componente de comportamiento (como, mano en la frente, puños apretados, cara contraída). Basado en las “pistas” emocionales observables, en la comprensión de la situación en que se encuentra la persona observada, en la atribución (asignación) al otro de valores y objetivos, y en la proyección en el otro de las dinámicas emocionales internas que uno experimenta en sí mismo (empatía), uno es capaz de hacer inferencias sobre los sentimientos del otro. Es absolutamente importante ser consciente de que lo que se infiere que el otro piensa y siente, no es lo que en realidad el otro piensa y siente. Sin embargo, renunciar a interpretar los estados internos de los demás es una desventaja insalvable en la vida de relación. Para practicar un liderazgo auténtico los líderes necesitan hacer una composición de lugar sobre el mundo que los rodea; un mundo que incluye a otros seres humanos y sus estados interiores. La manera habilidosa de trabajar con atribuciones (inferencias sobre el estado emocional y mental que le atribuimos otra persona) es:
  1. Hacerlas en base a la mejor evidencia disponible, y 
  2. Verificarlas con el otro exponiéndolas en forma productiva.

Por ejemplo, al notar que un miembro del equipo se mantiene sentado, con los brazos cruzados, silencioso y apartado de la mesa de reuniones, un líder alerta podría constatar con él: “Pablo, te veo silencioso, de brazos cruzados y sentado lejos de la mesa. Me pregunto si hay algo que te tiene preocupado o distraído”. O viendo que un integrante del equipo se acerca con la mano sobre la cabeza, y cara contraída, podemos preguntarle: “Veo que durante la reunión y ahora mismo te llevas la mano a la frente, esto me hace pensar que puedes estar preocupado por lo que se ha acordado, ¿te resultaría útil conversar?

La clave para hacer inferencias acertadas, estriba en ser capaz de ponerse en el lugar del otro.