Cuando las emociones no desembocan en acción, sino en pensamientos negativos, la persona entra en un círculo vicioso como el ilustrado por el ciclo letárgico.
Los pensamientos generan emociones estancadas y las emociones estancadas generan pensamientos estancados, que a su vez incrementan las emociones estancadas. Este ciclo destructivo desemboca finalmente en un persistente estado de ánimo negativo.
La diferencia principal entre un estado de ánimo negativo y una emoción es que la emoción tiene una causa concreta: uno se emociona por algo. Por ejemplo, uno está triste porque llegó tarde al aeropuerto y perdió el vuelo, o enfadado porque el coche de adelante lo encerró en la curva.
El estado de ánimo negativo, en cambio, no tiene un referente concreto: las emociones que lo generaron están estancadas, uno se siente así, porque sí. Por ejemplo, uno está deprimido o angustiado. Si alguien le pregunta por qué, la única respuesta es “no sé, simplemente me siento deprimido”.
Burns presenta el caso del “ciclo letárgico”, mediante el cual pensamientos negativos y autodestructivos sumen a la persona en un estado depresivo y abúlico. Al mismo tiempo, estas emociones negativas convencen a la persona de que sus pensamientos pesimistas y distorsionados son válidos. Acciones autodestructivas completan el círculo vicioso reforzando los pensamientos y las emociones en una espiral de sufrimiento creciente. Las consecuencias negativas del no hacer-nada empeoran aún más los problemas, acrecentando los pensamientos, las emociones y las acciones negativas. Si la persona no sale de esta trampa, puede terminar en una depresión profunda y al borde del suicidio.
Un líder puede identificar un estado de ánimo perjudicial tanto en sí mismo como en los demás estando atento a las palabras, así como alerta a emociones y conductas autodestructivas.
Uno se aísla del mundo y sus amigos. Esto lo convence de que es realmente un perdedor. La baja productividad y el cansancio permanente lo convencen de que es un inservible nato. Uno se hunde más y más en un estado de parálisis y desmotivación. Esto valida y refuerza los pensamientos, emociones y acciones autodestructivas. Uno queda atrapado en un círculo vicioso de desesperación y depresión.
Un líder auténtico se permite sentir.
Las emociones sanas son respuestas adecuadas a las circunstancias de la vida.
Cuando uno sufre un contratiempo, por ejemplo, es razonable sentirse molesto, tratar de resolverlo y evitar situaciones similares en el futuro.
Cuando uno se entera de una pérdida, es razonable sentir tristeza, elaborar el duelo y reparar las heridas.
Es perfectamente saludable sentir miedo frente a la posibilidad de que algo o alguien querido sufra un daño; ese miedo es la energía que protege aquello que uno valora.
Es útil sentir culpa cuando uno cree que ha hecho algo incorrecto, ya que esa culpa impulsa a disculparse e intentar reparar el daño.
El problema aparece cuando los pensamientos sufren distorsiones que magnifican las emociones al punto de que estas se vuelven perniciosas, impiden toda acción productiva y propician sufrimientos crecientes.
APLICADAS A UNO MISMO | APLICADAS A LA RELACIÓN CON LOS DEMÁS |
Auto-conciencia | Reconocimiento Empático |
Auto-aceptación – Compasión | Aceptación Compasiva |
Auto-regulación | Influencia y Contención |
Auto-análisis – Racionalidad | Indagación – Racionalidad |
Expresión – Integridad y efectividad | Escucha – Respeto |
“Nuestra inteligencia emocional determina nuestro potencial para aprender las competencias emocionales prácticas. Nuestra competencia emocional en el trabajo muestra cuánto de nuestro potencial hemos traducido en capacidades concretas. Tener simplemente una gran inteligencia emocional no garantiza haber aprendido las competencias emocionales que interesan para el trabajo. Por ejemplo, una persona puede ser sumamente empática, pero no haber aprendido aquellas habilidades que, basadas en la empatía, se traducen en servicios superiores al cliente, management excepcional o liderazgo compartido. El paralelo con la música sería alguien con un timbre de voz perfecto que, habiendo tomado lecciones de canto, se ha convertido en un tenor de ópera sobresaliente. Sin dichas lecciones no hubiera hecho carrera en la ópera; no obstante, todo su potencial, sería un Pavarotti sin oportunidad de florecer”.
Daniel Goleman