Nuestros modelos mentales se estructuran alrededor de nuestras creencias y valores.
Creencias y valores generan patrones de pensamiento que pueden ser calificados como correctos (juicios fundados en observaciones y razonamientos lógicamente válidos) o distorsionados.
Creencias y valores generan también una serie de comportamientos que pueden ser calificados como virtudes o anti-valores. Las prácticas virtuosas apuntan a la realización de los valores esenciales del ser humano, las que no lo son, la impiden.
Por ejemplo, la disciplina ayuda a perseguir objetivos de largo plazo, permitiendo a quien la tiene, trascender deseos momentáneos. Quien es capaz de postergar la gratificación inmediata está más capacitado para manejar comportamientos que lo dañan, como por ejemplo comer o beber en exceso, favoreciendo un actuar en aras de su potencial como ser humano.
La dimensión humana, puede sub-dividirse en individual y colectiva
El impacto individual y colectivo de las culturas
La lista es corta: Felicidad, Plenitud, Libertad, Paz y Amor.
Estos valores se derivan directamente de la condición humana y son universales.
La estructura profunda de nuestra psiquis trasciende las diferencias superficiales que existen entre distintas culturas. Es lo que hace posible la vivencia de valores.
Así como la inmensa mayoría de las personas tienen dos ojos, una nariz, una boca y diez dedos, también la inmensa mayoría aspiran a vivir felices, en plenitud, libres, en un marco de paz y amor.
A continuación, tome esa respuesta, y hágase nuevamente la misma pregunta: “¿Qué obtendría si pudiera conseguir eso (comunicar mis ideas…), que es aún más valioso para mí que eso en sí mismo?”. Por ejemplo, mi segunda respuesta podría ser: “Contribuir al crecimiento de gente que ni siquiera conozco”. Tome luego esta respuesta y hágase nuevamente la misma pregunta y repita el procedimiento, hasta que no pueda imaginarse una razón ulterior para querer lo que quiere. (En mi caso, una secuencia posible es: “sentirme útil, sentirme valioso, sentir que mi vida es importante, satisfacción, felicidad). Con toda seguridad su deseo (valor) fundamental, será algo equivalente a la plenitud de su existencia, libertad, felicidad, paz o amor.
La comprobación de la naturaleza fundamental de estos valores puede hacerse cuando preguntamos “¿Qué obtendría si pudiera sentirme plenamente feliz, libre, en paz y con amor, que es aún más valioso para mí que sentirme plenamente feliz, libre, en paz y con amor?”, uno se da cuenta de que no hay nada más valioso que eso. No buscamos felicidad, plenitud, libertad, paz o amor como medios para un fin ulterior; la felicidad, plenitud, libertad, paz y amor son, en sí mismos, el fin de la búsqueda.
Un valor que se destaca por su ausencia es el éxito, definido como la obtención de un resultado deseado. Esto es llamativo, dado que el éxito es una aspiración universal de los seres humanos. Podríamos decir que el éxito es la aspiración paradigmática (ejemplar): tratar de obtener el éxito es equivalente a tratar de obtener todo lo que uno quiere. Sin negar su importancia, el éxito, al igual que todo resultado externo, es un valor transicional, una meta intermedia en el camino hacia un objetivo superior como, por ejemplo, la felicidad. Para comprobarlo, basta con hacerse la pregunta: “¿Qué obtendría por medio del éxito, que es para mí aún más importante que el éxito en sí mismo?”.
Dimensiones de análisis de los valores
Aplicaremos este enfoque dual a cada uno de los valores.