Negocios Conscientes
Módulo 7
Consciencia Plena
La posición del “sabelotodo” o narcisista, está totalmente identificado con sus opiniones (son «mis» opiniones, yo soy «mis» opiniones). Las ideas son su sujeto próximo por lo que no puede tomar distancia y observarlas desapegadamente. Esto le imposibilita aprender del diálogo con los demás. Su único objetivo en la conversación es validar su perspectiva.
Esta es la única forma que conoce para validar su existencia, ya que su “saber” es su “mi”. Sólo mediante el desarrollo de una conciencia e identidad superiores, el narcisista puede tornar sus opiniones desde su sujeto distante y verlas objetivamente como algo “mío”. Es entonces que puede concebir la posibilidad de cambiar de idea sin sentirse “morir”, o desaparecer.
Las compañías visionarias, están “construidas para durar”, se han des-identificado de sus ideas fundantes, sus productos, sus mercados y hasta de sus líderes, han transitado del «mi» al «mío».
Esta desidentificación no es sólo una capacidad estética o metafísica, sino algo absolutamente concreto y económico. Haber desarrollado esta particular competencia les permitió generar retornos muy superiores a los del mercado.
Collins y Porras calculan que entre 1926 y 1990 las empresas visionarias produjeron más de quince veces el retorno sobre la inversión que proporciona el mercado en general. Esto es sumamente paradójico, ya que las compañías visionarias ni siquiera están apegadas de manera primordial a generar rentabilidad.
Entonces las compañías visionarias transitan por ese mismo proceso de tránsito de ser sujetos próximos a sujetos distantes.
“Las compañías visionarias son instituciones sobresalientes en sus industrias, ampliamente admiradas por sus pares y dueñas de una larga historia de efectos significativos en el mundo que las rodea.
El punto fundamental es que una compañía visionaria es una organización, una institución de nivel superior. Todos los líderes individuales, no importa cuán carismáticos o visionarios sean, o no permanecen en la empresa o se jubilan; y todos los productos y servicios visionarios, todas las “grandes ideas”, finalmente se vuelven obsoletas. De hecho, mercados enteros pueden hacerse obsoletos y desaparecer.
Sin embargo, las compañías visionarias prosperan a lo largo de extensos períodos de tiempo, a través de múltiples ciclos de productos y numerosas generaciones de liderazgo”.
“Contrariamente a la doctrina de las escuelas de negocios, la ‘maximización de riqueza de los accionistas’ o la ‘maximización de la renta’, no ha sido la fuerza dominante o el objetivo primario de las compañías visionarias a través de la historia.
Las compañías visionarias persiguen un conjunto de objetivos, entre los cuales ganar dinero es solamente uno y no necesariamente el principal. Ellas buscan los beneficios, pero están también guiadas por una filosofía esencial que constituye su centro, que se basa en valores fundamentales y en un sentido de propósito que va más allá de simplemente ganar dinero.”
Las compañías visionarias operan de acuerdo con una jerarquía de propósitos, donde los niveles de liderazgo permean y organizan todos los otros niveles, permitiendo conservar la identidad que los define y les da permanencia y a la vez dan bienvenida al cambio.
“Una compañía visionaria preserva y cuida su filosofía rectora. Sus valores fundamentales son sus cimientos, sólidos como una roca, y no varían con las tendencias y las modas del día.
El propósito básico de una compañía visionaria, su razón de ser, puede servir como guía durante años, como una estrella fija en el horizonte (su visión). Pero mientras mantienen estos principios rectores, las compañías visionarias muestran un poderoso impulso hacia el progreso y hacia el desarrollo, lo que les permite cambiar y adaptarse, sin comprometer sus preciados ideales.”
En la cima del espectro de la conciencia de esas compañías visionarias, está lo que Collins y Porras llaman “los principios rectores”. En ese nivel, todas las otras características (organigramas, geografías, productos, estrategias, etc.), se convierten en el ‘objeto distante’ de su identidad esencial, su razón de ser.
Wilber afirma que “cada etapa del auto-desarrollo está marcada por una difícil batalla de vida o muerte. La única razón por la que el sujeto finalmente acepta la muerte de su nivel actual, es que la vida del nivel superior es más atractiva y satisfactoria. El sujeto entonces se desidentifica de su nivel actual, ‘muere’ a tal identidad exclusiva, y se identifica con la vida en el nivel superior. Esa identificación superior permite que el nivel inferior sea integrado como parte ‘distante’ del ego. Es importante subrayar que lo que muere no es la identidad inferior (esta es trascendida e integrada holárquicamente); lo que muere es la exclusividad identificatoria. (De acuerdo con la filosofía perenne, cuando todas las muertes han sido muertas, el resultado es solo Dios, o el despertar a lo que los sufíes llaman la Suprema Identidad del Sujeto como Espíritu.)”