Negocios Conscientes
Módulo 7
Consciencia Plena
Nota: la ilustración corresponde a un fractal. Los fractales son entidades que se repiten a diferentes escalas. El término fue propuesto por el matemático Benoit Mandelbrot en 1975.
Imagínate en una reunión de trabajo con gente que no se conoce. Al comienzo, el líder pide que cada participante se presente, que diga algo sobre sí mismo.
¿Cómo responderías a este pedido?
¿Cómo crees que lo harían los demás?
Cuando se hacen estas preguntas, la mayoría de las personas se describe mediante unas pocas variables: nombre, edad, lugar de trabajo, posición, título profesional, familia, nacionalidad.
Si la invitación es para revelar algo más profundo, la gente habla de su religión, afiliación política, expectativas, sueños y alguna memoria significativa o historia de vida.
También la mayoría cree que al conocer estas dimensiones conoce a quien se presentó. Para operar con efectividad en el nivel normal de interacciones sociales, tal “conocimiento” es suficiente. Pero en este trabajo y en experiencias de crecimiento humano, el objetivo es descubrir algo fundamental acerca de la esencia del ser humano. Por lo tanto, hay necesidad de ir un paso más allá.
En el ejercicio se preguntó a los participantes si creían haber nacido. Como respuesta se recibieron palabras y gestos de ironía e incredulidad. Se insistió en la pregunta. Y ante la insistencia la respuesta fue: “¡Por supuesto!”, en tono de fastidio.
Luego se expresó: “Por lo tanto, ustedes creen firmemente haber sido bebés. De hecho, si se les mostrara una foto de ustedes mismos cuando eran bebés, aceptarían que quien está en la foto son ustedes mismos.” “Así es”, respondieron con algo de fastidio comenzando a preguntarse cuál es el sentido de la actividad.
“Entonces se continuó con ‘la prueba del bebé’ (the babytest), para ver si realmente sus respuestas habían descrito su esencia o sólo su apariencia:
“Si ustedes eran ustedes mismos cuando eran bebés, debería haber un hilo conductor, un factor común entre quienes son ahora y quienes eran a los pocos días de nacer. Veamos qué pasa y qué no pasa en esta prueba.” En ese momento es posible que comiencen a aparecer gestos de interés.
Al investigar las características estructurales de la persona, se observó que la gran mayoría de las respuestas no eran realmente descriptivas a nivel de esencia. Para muchos, al momento de nacer su nombre no estaba determinado (y otros aceptan que no habrían sido personas diferentes si sus padres hubieran decidido ponerles otro nombre, o si decidieran cambiarse el nombre mañana).
Por supuesto la edad prueba ser irrelevante para describirse, ya que cambia día a día mientras que ellos continúan siendo quienes son.
Los bebés no tienen lugar de trabajo, ni siquiera tienen trabajo. Tampoco ocupan una posición en una organización (aunque sí en la familia), ni título profesional.
En cuanto a su familia, un bebé no nace casado o con hijos, nace perteneciendo a ésta.
La nacionalidad prueba ser menos significativa de lo que uno pensaba: si uno hubiera nacido durante un viaje al exterior de sus padres, igual sería quien es.
Se continuó con el ejercicio pasando entonces a dimensiones más profundas.
El bebé no nace con una religión (la hereda o no de sus padres, y si la hubiera tenido, no dejaría de ser quien es, en caso de pertenecer a una fe), tampoco nace con una afiliación política.
Si fuera válido hablar de sus expectativas, es claro que en esta etapa, éstas están circunscritas al calor de los brazos su madre y su padre, a ser alimentado y a mantenerse limpio. Ningún adulto en su sano juicio se identifica con tales expectativas. Los sueños del bebé, sean cuales fueren, seguramente son distintos de los sueños del adulto. Por supuesto, el bebé no tiene memoria o historia de vida (de esta vida, por lo menos). Aun si exploramos dimensiones físicas, no encontramos un hilo conductor. El cuerpo del bebé es completamente distinto del cuerpo del adulto; no sólo en cuanto a su forma, sino incluso en su estructura atómica (cada siete años el cuerpo recambia todos y cada uno de sus átomos).
Finalmente llegamos a las dos características más “duras”: las fisiológicas (sexo, ADN, genes) y las condiciones de nacimiento (padres, cultura, tiempo, lugar).
Para desafiar estas últimas características (sexo, ADN, genes, cultura) es necesario invocar un argumento contra-fáctico.
El factor común de todas estas preguntas es que hay un “mí” que aparentemente trasciende hasta las características más “duras”. Ese “mí” perdura incluso en condiciones radicalmente distintas de las que acontecieron en su aparición específica.
El supuesto lógico es que uno no dejaría de ser ese “mí mismo” esencial y profundo si hubiera nacido en otro lugar, otro tiempo, otra familia o con otro sexo.
Esto es porque el color de los ojos no es esencial.
Ya que el color de la piel o el grupo étnico en el cual se nace tampoco es esencial.
Ahora bien, si todas estas características no son esenciales, ¿Qué sí lo es? ¡¿Quién rayos soy?!