Liderazgo Personal
Módulo 7
Comunicación Efectiva II
Platón
*Tómate unos minutos para reflexionar.
Aquí abordaremos de manera efectiva la importancia del lenguaje y la acción cuando hacemos un compromiso, así como la manera de hacer pedidos, ofertas y promesas que se cumplan de manera efectiva.
De igual manera exploramos el papel de la Integridad Esencial en todos estos procesos donde nos comprometemos incluyendo los reclamamos, la oferta de disculpas y los re compromisos.
Cuando se hace un pedido o una promesa, no se describe en palabras cierto estado presente del mundo. Los pedidos y las promesas sirven para expresar la intención y el compromiso de hacer que el estado futuro del mundo (y de una determinada situación) concuerde con tales palabras.
Cuando alguien dice: “Por favor, envíen las materias primas a la planta el viernes al mediodía”, está apelando a la ayuda de su proveedor para co-crear un futuro donde las materias primas estén en la planta el viernes al mediodía.
Cuando uno ofrece: “Puedo pasar a buscarlo a las nueve y media”, está proponiendo un curso de acción que podría ocurrir en el futuro.
El lenguaje es un espacio generativo, en el cual los seres humanos podemos inventar posibilidades que antes (del hablar) no existían.
“El trabajo está listo.” Esta oración describe un estado de situación mediante el modo indicativo. La oración no altera la realidad; sólo la representa en palabras, la hace comunicable.
Cada vez que uno expresa algo, está haciendo algo, está realizando una acción.
Cuando uno dice “el trabajo está listo”, está creando condiciones que alteran el futuro. Por ejemplo, la persona interesada podrá ahora ir a retirar dicho trabajo.
El pedido es un acto lingüístico por el cual quien pide, intenta obtener una promesa por parte de quien escucha.
Ejemplos: “¿Puede (usted) hacerse cargo del equipo de ventas?” “Me gustaría presentar sus conclusiones en la reunión de calidad de mañana. ¿Me podría dar un resumen de ellas?” “Por favor, alcánceme la información sobre el estado de las cuentas a cobrar.”
En cada caso, quien pide, solicita la ayuda de quien escucha, para generar ciertas condiciones que satisfagan su inquietud.
Por ejemplo, un cirujano puede decir “¡Bisturí!” para solicitar que su asistente le alcance el instrumento, o un maître puede simplemente chasquear sus dedos para pedirle al camarero que se acerque a atender a los nuevos comensales. Lo importante no es la forma en que el pedido se realiza, sino la forma en que el pedido se escucha. Estos pedidos tácitos son operativos y se pueden comprender fácilmente.
Otras veces los pedidos tácitos, pueden llevar a confusión cuando uno cree que está pidiendo y el otro no se da cuenta de haber recibido un pedido. Se trata de pedir sin pedir lo cual puede ser una manera de evitar el impacto de una negativa directa. Por ejemplo, dejar una nota que diga: «Me gustaría ir al cine un día». Si la otra persona no responde, podemos reclamar ¿Por qué no me has invitado al cine?
Todo pedido depende de un contexto compartido.
Dado que las condiciones de satisfacción no pueden ser especificadas en forma aislada (su significado depende del contexto de la conversación), es importante que los interlocutores operen en un contexto común. Este marco interpretativo asegura que la escucha de quien recibe el pedido sea congruente con la intención comunicativa de quien lo hace. Sin un contexto compartido es imposible comunicarse.
Cuando hacemos un pedido o una promesa, no describimos en palabras cierto estado presente del mundo, sino que los pedidos y las promesas expresan la intención y el compromiso de hacer que el estado futuro del mundo –o de una situación– concuerde con tales palabras.
La capacidad de recibir y hacer compromisos es una de las características definitorias de una persona.
Esto significa que uno siempre tiene el poder de declarar su promesa, oferta o pedido. Cualquiera puede hacer una sugerencia simplemente diciendo “le sugiero…”, o un pedido diciendo “le pido…”, o una promesa diciendo “le prometo…”, o una oferta diciendo “le ofrezco…”. Lo que nadie puede hacer es declarar el compromiso de otro, a menos que lo autorice un permiso especial delegado por este.
La promesa es un acto lingüístico por el cual alguien asume el compromiso de producir algo en el futuro, mediante la ejecución de ciertas acciones (por sí mismo, o por aquellos por quienes asume la responsabilidad). “Iré a la reunión”, “Te llamo con una respuesta antes de las seis y media”, “Nuestro técnico irá a revisar su ordenador mañana a la tarde”, “Juro defender la Constitución”, son ejemplos de promesas. En cada caso, quien promete declara su compromiso de generar ciertas condiciones futuras.
Quien hace una promesa, se compromete con absoluta responsabilidad.
El compromiso expresado mediante la promesa es un acto libre y voluntario que pone en juego la integridad de la persona (a menos que exista coerción). Al decir “prometo”, uno acepta la responsabilidad de honrar tal compromiso.
Se pueden delegar las acciones necesarias para cumplir una promesa, pero la responsabilidad es indelegable. Quien “firma” el contrato queda comprometido, aun cuando su promesa implique que otra persona será quien realice tales acciones.
Cuando prometemos hacer algo, no valen las excusas del tipo “no podía decirle que no”, o “me insistió tanto que tuve que decirle que sí”. Si uno no quiere hacer lo que otro le pide, la única respuesta honorable es declinar; decir, sencillamente, “no”.
Adoptar la posición de víctima, pensando que uno no tiene alternativa, es una trampa que le quita valor y dignidad a la persona, y genera grandes problemas en las relaciones y en la efectividad.
Cada promesa posibilita (e implica) otras promesas, con lo que crea redes de compromisos.
Cuando el gerente de producción promete al de ventas que terminará el producto dentro de una semana, este último puede prometer al cliente que recibirá el producto terminado en no más de diez días. Esto faculta al gerente a prometer a su cliente que su pedido será satisfecho antes de fin de mes, lo cual permite a este segundo prometer a su directorio que el lanzamiento del nuevo producto se hará de acuerdo con la programación original.
Cada promesa es un eslabón en la cadena de compromisos que sostiene el funcionamiento de cualquier empresa. De la misma forma, las cadenas de compromisos inter-empresarios sostienen el funcionamiento del sistema económico.
El problema de las promesas implícitas es que distintas personas pueden asumir que hay distintas promesas vigentes, en curso, en acción.
Por ejemplo, uno puede suponer que su jefe ha “prometido” pagarle horas extra, mientras que el jefe supone que uno ha “prometido” trabajar hasta cuando fuera necesario sin compensación adicional. En estos casos, es necesario hacer explícitas las promesas implícitas.
Dado que las promesas son contexto-dependientes, las diferentes interpretaciones de los contextos y de los compromisos pueden infligir estragos en los vínculos en los que existen diferencias culturales.
Esto sucede con las normas de etiqueta. En la Argentina, si uno promete ir a una fiesta a las nueve de la noche, podría crear gran embarazo si llegara antes de las nueve y media; pero si hace tal promesa en Alemania, podría causar un problema si llega después de las nueve y cinco. La globalización de las comunicaciones y las diferencias culturales demandan que uno esté siempre alerta para considerar los contextos interpretativos en las cuales se establecen los compromisos.
Para dar por cumplida una promesa, hace falta una declaración de satisfacción por parte del receptor.
Si uno acepta un pedido en el cual su interlocutor le solicita que le entregue un informe a las cinco de la tarde, su promesa permanecerá abierta hasta que el interlocutor considere que ha cumplido las condiciones de satisfacción estipuladas. Por ejemplo, puede darle el informe a tiempo, pero el otro puede considerarlo desordenado, incompleto o inaceptable por alguna otra razón. En ese caso, el cumplimiento de la promesa se halla en cuestión.
Si al entender del interlocutor el informe ha observado las condiciones de satisfacción, él dirá “Gracias”, forma normal de declarar que la promesa ha sido cumplida. Es importante señalar que “gracias” no es sólo una expresión de gratitud, es también un juicio que expresa satisfacción y que da por consumada la promesa.
Podría creerse que siendo cuidadoso en las comunicaciones y diligente en las acciones, se evitan los incumplimientos de las promesas. Pero dados los distintos modelos mentales en los que la interpretación del lenguaje tiene lugar, es imposible asegurarse de que todos los participantes de una conversación comprendan lo mismo.
Uno puede creer que está prometiendo” A”, mientras que el otro ha entendido ”B”. Este riesgo es inevitable, pero se puede reducir su probabilidad. Tomarse el tiempo necesario para establecer un marco interpretativo compartido reduce significativamente las interpretaciones equívocas.
La clave es recordar que las promesas son contexto-dependientes y las distintas personas operan a veces desde distintos contextos. Por eso es importante desarrollar un contexto común.
El futuro, al igual que las acciones de otras personas de quienes pueden depender nuestras promesas, son impredecibles. Aunque uno crea que podrá hacer lo que promete, siempre existe el riesgo de algún imprevisto que le impida cumplirla.
Cuanto más arriesgada sea la promesa (por ejemplo, mayores demandas con menores recursos), más probable es que algo falle. Es imposible eliminar completamente el riesgo ejecutivo, pero uno puede reducirlo prometiendo solamente aquello que evalúa (después de un análisis cuidadoso) que podrá cumplir.
A veces se quieren reducir los riesgos de ejecución de una promesa incrementando los niveles de interpretación y entonces hacemos promesas ambiguas, entonces prometemos «cubriéndonos las espaldas» y sin asumir riesgos. Un ejemplo típico es el de quien promete “tratar de hacer algo” o “ver qué se puede hacer sobre el tema”.
Un compromiso se hace siempre para producir un resultado, no para “intentar” producirlo. Diluir la promesa diciendo que uno “hará todo lo posible” o que “pondrá todo su empeño”, sólo sirve para reducir la incomodidad de expresar el rechazo al pedido del otro. Pero el precio de no asumir esta realidad termina siendo mucho mayor en el largo plazo.
Las siguientes formas convencionales que pueden evitar roces o malos entendidos, en un equipo o grupo de trabajo, en una familia o con amistades, tales como:
“La solución a los problemas que uno experimenta está en vivir en forma tal que haga que lo problemático desaparezca.
Quien vive en forma apropiada, experimenta el problema sin tomarlo como problemático, no con tristeza, sino con júbilo; más como una brillante oportunidad, que como una restricción no deseada.”