Coordinación Efectiva de Acciones
Módulo 1
Escucha Efectiva
Es un placer para nosotros iniciar este recorrido a tu lado.
Esperamos te sea de colaboración para construir el líder consciente que eliges ser. Pondremos a tu disposición materiales de diferentes tipos, para que además puedas disfrutar de este camino, y realizarlo de manera amena. Trabajamos arduo para acercarte la información más completa, que sea trampolín para tu ser profesional, sin dejar de lado tu integridad personal.
Con mucho compromiso y entusiasmo, te deseamos un excelente y productivo proceso.
*Tómate unos minutos para reflexionar.
“Lo importante no es escuchar lo que se dice, sino averiguar lo que se piensa.”
Aunque no lo sepamos, en las conversaciones cotidianas desplegamos estrategias para comunicarnos. Habitualmente, preguntamos, escuchamos, interrumpimos, opinamos. Estas acciones dependen del lenguaje, y muchas veces el lenguaje nos resulta inadecuado para decir lo que queremos porque se apoya en el sentido común en el que estamos inmersos. Sin embargo, cuestionamos el lenguaje desde el lenguaje.
El lenguaje no es inocente ni tampoco las conversaciones que entablamos: vienen teñidas del color de la comunidad lingüística a la que pertenecemos.
Cuando interpretamos que nosotros somos sólo seres esenciales y únicos no podemos observar que también pertenecemos a un discurso histórico particular y que hemos aprendido ciertas prácticas sociales, entre ellas el lenguaje con el que pensamos que somos seres esenciales y únicos. Y las prácticas sociales y los discursos históricos constituyen el trasfondo sociocultural desde donde hacemos lo que hacemos.
De ahí la importancia de explorar de qué color son nuestras conversaciones, de explorar cómo conversamos. Porque en la experiencia cotidiana nos olvidamos de que no conversamos de manera neutra sino impregnada de toda nuestra referencialidad, de todas nuestras experiencias individuales y sociales. Y todo eso está marcado en el lenguaje.
En general valoramos más al que expone sus ideas que al que explora; al que sabe las respuestas que al que hace las preguntas. Proponemos recordar que sólo podemos observar lo que somos capaces de distinguir y que nuestras percepciones y las de los demás no pertenecen a los hechos del mundo sino a las personas que los percibimos.
Un joven jardinero persa dice a su príncipe:
-¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahan.
El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra a la Muerte y le pregunta:
-Esta mañana ¿por qué has hecho a nuestro jardinero un gesto de amenaza?
-No fue un gesto de amenaza – le responde – sino un gesto de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahan esta mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahan.
Jean Corteau
Hay un solo hecho: el jardinero se encuentra con la Muerte. Pero la interpretación que le dan él y su príncipe deja disponible huir como lo mejor que hay para hacer. No obstante, el resultado no es el previsible. Al contrario, es contraproducente porque le facilitan el logro a la Muerte.
A menudo nos resulta difícil aceptar que lo que sucede, sucede. En cada nuevo contexto, en cada nueva situación le damos sentidos diferentes a los hechos. A partir de esto, ¿no nos resultaría beneficioso tener en cuenta estos cambios de sentido, y entonces aprender a poner nuestros juicios entre paréntesis?
Para esto necesitamos aprender la actitud de aceptación y esto no se logra sólo con lecturas y reflexiones: para construirla, necesitamos un aprendizaje ligado a la acción, y experiencias que nos pasen por el cuerpo, la emocionalidad, el lenguaje y el mundo de lo supra sensible.
Reflexionemos juntos: En una conversación, ¿Qué importancia le damos al preguntar? ¿Qué juicios ocultan nuestras preguntas? Cuándo preguntamos, ¿estamos focalizados en lo que queremos hacer con los otros o nos atrapa la tendencia a tener razón o a controlar el encuentro? En este sentido, vemos dos formas de abordar el diálogo: adivinar presuponiendo que ya sabemos lo que el otro necesita, o preguntar.
Entonces, desde nuestra aceptación de que lo que sucede, sucede, construimos un observador que se dispone a conversar desde el asombro de no saber lo que ocurrirá en el encuentro. Resulta un observador que se coloca en el centro de su propia incertidumbre y que no pretende conocer lo que le pasa al otro: un observador que observará desde la pregunta y preguntará más allá de los juicios.
Además de preguntar, otra forma simple de conocer lo que piensa una persona es escucharla. Pero, ¿cómo escuchamos?
Culturalmente aprendimos que el sentido de una conversación depende del hablante, sin advertir que la clave está en el que escucha.
Maturana aporta respecto del escuchar y dice que “el fenómeno de la comunicación no depende de lo que se entrega, sino de lo que pasa con el que recibe.” Recordemos que no hay cosas significativas en sí mismas, sino cosas significativas para alguien. Cuando hablamos y cuando escuchamos restringimos el dominio de la comprensión de acuerdo con lo que es significativo para nosotros. Entonces, esta significación ¿es parte de la realidad o es un recorte que hacemos?
¿Cuántos de nosotros conversamos con nuestros interlocutores presuponiendo que a ellos les interesa lo mismo que a nosotros? ¿Y cuáles son algunas de las consecuencias de tener dicha presuposición?
Las inquietudes de los otros pueden ser semejantes, opuestas, complementarias o distintas de las nuestras. Por eso es indispensable disponer de un abordaje de exploración que apunte a detectarlas.
Para acrecentar la escucha precisaremos dar con lo que al otro le importa de veras. Desde esta disposición será más factible hacer en conjunto, a pesar de las diferencias.
A menudo, cuando interactuamos con alguien, el otro opera (sabiéndolo o no) desde la siguiente pregunta:
¿Qué consecuencias va a tener para mí lo que me estás diciendo dadas las inquietudes que tengo?
Si detectamos lo que es importante para los que conversamos, se produce ineludiblemente el ensanche de la conversación.